Desde hace unos años las “segundas marcas” tienen más presencia en las góndola de los supermercados, su venta y consumo depende de un contexto económico que, con una inflación anual de casi el 50%, modificó a la fuerza los hábitos de consumo de la población.
En los supermercados han tomado fuerza productos y marcas comerciales donde proveen una alternativa atractiva y muy similares a las tradicionales, pero desde los pasillos de los supermercados se escucha el rumor que estas segundas marcas poseen los mismos ingredientes y son idénticas, su único variante es el precio que puede alcanzar rangos de 20% de diferencia entre uno y el otro.
Ante este escenario estos productos más baratos, llegan de forma más fácil a los hogares y ahí toma otro sentido, la población analiza el producto y lo siente familiar, semejante a aquel que tiene un valor más elevado y lo hace propio de la mesa argentina.
Según una encuesta de la consultora Taquion, la crisis económica obligó a 7 de cada 10 argentinos a optar por segundas marcas, el se mismo estudio arroja otro dato revelador: el 82,5% de las personas compra en el supermercado lo que puede y no lo que quiere.
Algunos de estos productos a base de leche, los rallados que contienen más suero que queso, la falsa miel hecha de azúcar y la carne picada mezclada con soja cobran protagonismo, estos falsos alimentos tienen sustancias de relleno que son más económicas con el objetivo de abaratar costos. Como resultado se obtiene un producto similar al original, más barato y de menor valor nutritivo.
Los ejemplos se multiplican, aunque el fenómeno no es nuevo, así es como la industria está plagada con alimentos que emulan a otros, pero con ingredientes de peor calidad y, por lo tanto, mucho más baratos, como lo son el fiambre de cerdo para el jamón, medallón de carne a la falsa hamburguesa, y la más reciente, bebida láctea que no es leche, pero se parece.
Otros ingredientes que se utilizan como "rellenadores" son los colorantes, saborizantes, azúcar, agua, soja, harina y almidón, donde están especulando con lo que las personas hacen en los supermercados que no es mirar los ingredientes, sino hacer compras automáticas.
De acuerdo a especialistas en nutrición, el principal problema es la malnutrición oculta, que es la obesidad con desnutrición, donde se registran altas tasas de sobrepeso y obesidad, pero al mismo tenemos déficit de micronutrientes.
De acuerdo a la periodista y escritora Soledad Barruti, autora de los libros Mal comidos y Mala leche, estos ingredientes que antes eran considerados descarte o se destinaban a comida para animales fueron incorporados a nuestra dieta de forma paulatina de la mano de la industria alimenticia.
El negocio de vender estos alimentos que están avalados para ser comercializados y consumidos se tiene la obligación de llevar un rótulo que constituye la principal fuente de información para el consumidor, ya que se tiene que saber lo que está comprando, y la responsabilidad es del Estado que regula y de las empresas que deberían poner el porcentaje de los componentes que tienen los productos que están comercializando.
El año pasado, Chile promovió la implementación de información nutricional más estricta en el etiquetado de los alimentos: sumó discos negros con letras blancas en los que se identifican los productos altos en azúcares, sodio, calorías o grasas saturadas. Uruguay está en plena consulta pública, impulsada por el gobierno de Tabaré Vázquez (médico oncólogo) para instalar un sistema de información y advertencia similar.
Mientras tanto en la Argentina, la industria alimentaria y el Gobierno firmaron un convenio para avanzar en el tema. Las empresas locales prefieren un sistema más parecido al de Brasil y que se usa en Gran Bretaña: un semáforo nutricional que alerta sobre excesos de sodio, grasas saturadas y azúcares, menos riguroso que los de Chile y Uruguay.
El Ministerio de Salud argentino pretende estándares más duros, mientras que la industria alimentaria local pide no exagerar temores respecto de algunos productos.
Este debate va incluso mucho más allá del rotulado y es que según el convenio firmado por el sector y los ministros de Salud y Agroindustria, ya se discute la publicidad de los alimentos; la regulación de los entornos escolares y los impuestos, el tema que más preocupa a los empresarios. De fondo, está el problema de la obesidad infantil en la Argentina, donde la prevalencia es la más elevada de la región.
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