SANTIAGO – Se deshicieron de los Kinder Sorpresa, aquellos huevitos de chocolate que incluyen un juguete, otros gigantes como Kellogg han tenido que deshacerse de los personajes animados de sus cajas de cereales azucarados, etiquetas negras en los paquetes de frituras y bebidas bicarbonatadas con restricciones con una imagen poco estética, es cómo reciben los supermercados chilenos a sus habitantes.
Los pasillos de los supermecrados chilenos parecen más una película de antaño por su gran variedad de blancos, grises y negros, el hacer una compra por más pequeña que sea lleva a valorar ese distinguido sello, los compradores tardan más de lo normal mientras recorren los pasillos pero se ve el mismo escenario en cada uno, gente leyendo.
El recorrer las vitrinas se convierte en algo más apreciativo, hay otros donde hay más compradores, estos tienen una particularidad, una existencia de colores llamativos en los productos, ya no se ven los colores opacos, acá la gente se siente más libre y toman los productos sin tanto pensarlo, como si esos colores amarillo, verde y naranja fueran conocidos, de toda la vida.
Mientras se avanza por el supermercado se siente que algo hace falta, podría ser un faltante de productos, tal vez más competencia, más marcas, las cámras de refrigeración están confundidas, unas están a la izquierda y otras a la derecha, mismos productos con difrentes colores, misma marca pero en diferentes lugares, se sigue avanzando, aún el changuito vacio.
La cantidad de latas y productos no perecederos parece que son interminables, la misma situación acontese, porque la lata de choclo en un lugar y otra lata del mismo producto en la esquina opuesta, pero si lo unico que los diferencia es el color, todo es confuso, seguramente el personal del supermercado no ha podido acomodar el producto y se debe a un tema de orden.
Pasaron los minutos, todo iba tomando más sentido, esos colores, sin importar su brillo o no tenían un proposito, eran alertas, cada consumidor tenía su búsqueda e identificación con los mismos, al preguntársele a un despachador del lugar describió que aquello era un semáforo nuticional, esto por la nueva Ley Nacional que tres años antes empezó a regir en el país ante la creciente tasa de obesidad en los habitantes.
Para la población del país transandino, los sellos y etiquetas en los empaques de los productos de consumo no es nada nuevo, pero para aquel que visita el país es toda una sorpesa, más si se llega de países donde la política estatal alimentaria aún no esta regida bajo valoraciones que la misma Organización Mundial de la Salud ha recomendado.
Así fue como se empezó a cuestionar sobre el mercado nacional argentino, sobre las normas y leyes que regulan el contenido de los productos ultraprocesados, el porqué un país tiene por ley el etiquetado y el cómo vencieron a las grandes industrias en pro de la salud y fortalecimiento educativo en sus pobladores y otro no.
En toda la gama de las acciones humanas es difiícil encontrar algo más central y cotidiano que la alimentación. Se obliga a comer, tanto para la supervivencia física y el bienestar síquico como para la reproducción social de las sociedades humanas. El qué comer se vuelve una situación a resolver, pues se debe tomar decisiones y hacer elecciones desde las cuales se dicten lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo amoral, las normas que rigen los comportamientos alimentarios.
La investigación se centra en la poca o nula información que existe en alimentos ultra procesados que son perjudiciales para la salud, los mimos se promueven y se ofrecen por mecanismos que son engañosos y donde el estado argentino, que no tiene un control riguroso sobre ellos y permite su venta en el mercado nacional sin exigencias más que las que plantea el Código Alimentario Argentino.
La investigación encontró productos que tratan de imitar a los alimentos naturales o platos tradicionales, usando aditivos que reproducen aromas y sabores, crean una falsa impresión de ser saludables, mediante la adición de vitaminas sintéticas, minerales y otros compuestos, lo que permite a los fabricantes hacer 'alegaciones de salud', que son falsas; entre otras.
También en la exigencia de un etiquetado frontal, que se aplique a los alimentos procesados y ultra procesados que proporcione información de forma directa, sencilla y rápida. Además, con el etiquetado se trata de advertir sobre el alto contenido en nutrientes asociados a problemas de salud, como son azúcar, grasa y sal, utilizando el etiquetado para evitar las principales causas de obesidad en niños en la Argentina, esto sucede por la falta de información del etiquetado ya existente en los productos, donde no brinda información sobre el alto contenido del mismo, cuyos ejes serían el incumplimiento normativo, enfermedades, marco legal argentino y reclamo social.
La idea del recurrido nace a partir del etiquetado frontal de Chile y la falsa y nula información en el etiquetado argentino en los productos de consumo. Sin embargo según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los productos ARCOR no cumplen con lo establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Según datos de 2010 de la base de datos mundial de la OMS sobre crecimiento infantil y desnutrición, Argentina tiene el mayor porcentaje de obesidad infantil en niños menores de cinco años en América Latina, con una prevalencia del 7,39,9% (América Latina tiene el 7,2%).
La obligación de Argentina de proteger la salud y el derecho a la alimentación adecuada de las/os consumidores en general, y de los niños, niñas y adolescentes en particular, se encuentra contenida tanto en la Constitución Nacional como en los Tratados Internacionales de Derechos Humanos que gozan de una jerarquía constitucional debido a su incorporación al sistema domestico.
El artículo 75 de la Constitución, inciso 22, concede una jerarquía especial a una lista de Tratados Internacionales de Derechos Humanos y les otorga un estatus más elevado en el sistema nacional que el otorgado a las leyes nacionales. A pesar de tener la obligación de proteger los derechos El Estado argentino incumple con normas y tratados internacionales, sumado a la falta de control del Estado en el etiquetado en los productos ultrapocesados.
Esto genera un gran impacto en la población más vulnerable que son niños y adultos mayores derivando enfermedades como la obesidad infantil, el país posee la segunda tasa más alta de sobrepeso en menores de 5 años de América Latina y el Caribe con un 10%, de acuerdo con el Panorama de Seguridad Alimentaria y Nutricional elaborado por la OPS/OMS y la FAO.
Las normas ya existentes sobre el etiquetado y los alimentos para preservar la adecuada alimentación son:
· MERCOSUR el Acuerdo 3/2018.
· Ley 18284 - Código Alimentario Argentino.
· Ley 18284 - Código Alimentario Argentino.
· La Observación General Nº 12 del CDESC (1999).
· Ley Nº 24.240 - Defensa del Consumidor.
· Ley 18284 - Código Alimentario Argentino.
· Ley 24.240 de Defensa del Consumidor.
Debido a la falta de etiquetado y el incumplimiento de las diversas leyes en el marco legal derivaron en que los datos oficiales de la ahora Secretaría de Salud de la Nación, más del 40% niños, niñas y adolescentes de nuestro país tienen sobrepeso u obesidad y esos números están creciendo.
Un dato no menor es que un informe de investigación realizado por la Fundación Interamericana del Corazón en Argentina (2015) reveló que dos de cada diez publicidades corresponden a alimentos, de las cuales “la mayoría contienen alto contenido de azúcar, grasas y sal”.
El informe también observó que las estrategias publicitarias de incluir personajes animados, o personas famosas son más utilizadas durante los programas dirigidos a audiencias infantiles que a aquellos de público general.
Algunos de los productos ultra procesados vendidos como "segunda marca" presentan altos niveles de aderezos, almidón o azúcares pese a que las etiquetas sugieran lo contrario.
Varios de estos productos se encuentran a la venta como la miel que se vende como real, pero que es un jarabe de alta fructosa, margarina light que se vende como light, con 29% menos de grasas, pero tiene la misma cantidad que las normales, galletitas sin sodio con 0% de sodio, pero tienen 40 mg cada 100 g de galletitas y unas galletitas dicen que la porción de seis unidades es de 30 g cuando pesa el doble y queso rallado que se vende como rallado, pero es en realidad aderezos y almidón.
En la búsqueda de consolidar la investigación, se encontraron bases para seguir trabajando en el tema, no sólo en lo institucional sino en el profesional, fue así como con la ayuda de dos licenciadas en nutrición y con amplio conocimiento en salud pública y privada, la investigación pudo derivar no sólo en si existe necesidad de un etiquetado frontal sino también en cuestionarse si el estado argentino en complicidad con la empresa privada es responsable sobre la alta influencia de obesidad en niños y adolecentes en los últimos años.
No sólo “Los falsos alimentos: El debate por el Etiquetado Frontal en Argentina”, ha llevado este tema como denuncia pública, también existen organizaciones y profesionales de la salud que han levantado su voz para una respuesta y solución inmediata del estado argentino, los cuales han participado en la investigación y han tomado una papel referente y protagónico para la lucha contra la obesidad, productos de segunda marca, publicidad engañosa y falta de información.
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